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Diagnóstico mínimo



Si se diera el caso, Dios no lo quiera, de que algún día enloqueciera, y tuviera que responder ante un Psicólogo Clínico, no aceptaría un diagnóstico menos elaborado que el que hiciera Hume de Rousseau en dos cartas dirigidas, respectivamente, a Hugh Blair y a Madame de Bouffleurs. Dudo que pudiera romperme lo suficiente como para no protestar contra el diagnóstico clínico habitual, reducido en la práctica diaria, real, a 5-6 escuetas palabrejas de sistemas clasificatorios formales anacrónicos e informales (los de los propios profesionales).

 

 

F43.2 Trastorno de Adaptación.

F43.1 Trastorno por Estrés Postraumático.

F32.1 Trastorno Depresivo Mayor, episodio único, moderado.

F41.1 Trastorno de ansiedad generalizada.

F41.2 Trastorno mixto ansioso-depresivo.

F60.8 Otros trastornos específicos de la personalidad.

 

 

Estaba desesperadamente decidido a precipitarse en la soledad a pesar de todas mis protestas; y preveo que será infeliz en esa situación, como lo ha sido siempre en todas las situaciones. Estará completamente desocupado, sin compañía y casi sin diversión de ningún tipo. Ha leído muy poco durante el curso de su vida, y ahora ha renunciado totalmente a la lectura; ha reflexionado, hablando con propiedad, y estudiado muy poco, y ciertamente no tiene muchos conocimientos. Sólo ha sentido, durante todo el curso de su vida; a este respecto, su sensibilidad se eleva a un nivel más allá de lo que yo haya visto nunca, aunque le proporciona una sensación más aguda de dolor que de placer. Es como un hombre que fuese despojado no sólo de sus vestiduras sino de su piel, y en esa situación saliese a combatir con los rudos y tumultuosos elementos que perturban continuamente ese mundo material[1].

 

Hace quince días que el pobre Rousseau me dejó […]. Sin embargo, debo de confesar que no tengo el consuelo de pensar que será feliz allí durante mucho tiempo. Nunca un hombre que tanto merece la felicidad estuvo tan poco dotado por la naturaleza para alcanzarla. La extrema sensibilidad de su carácter es la causa principal, pero más aún los frecuentes y violentos ataques de melancolía, descontento e impaciencia a los que está tan sujeto por la constitución de su mente o de su cuerpo. Estos lo descalifican para la sociedad y son la principal razón por la que ama tanto la soledad. Cuando recupera la salud y la compañía, al perturbar su meditación y sus pensamientos, le resulta bastante molesta, de modo que en cualquier caso no está preparado para la sociedad. Sin embargo, a veces es la mejor compañía del mundo cuando se somete a vivir con los hombres. Todos los que lo vieron aquí admiran la sencillez de sus modales, su cortesía natural y nada afectada, la alegría y la delicadez de su conversación. Por mi parte, nunca vi a un hombre, y muy pocas mujeres, de un trato más agradable.

 

 

Si alguien osara explicar la causa de mi sufrimiento con algo de inferior calidad, se lo escupiría en la cara. ¿Qué razón se me daría para no aspirar a un diagnóstico de ese tipo? ¿Falta de cultura o formación? ¿Argumentos científicos-legales? ¿Tiempo y recursos? Pues bien, le rogaría que se abstuviese entonces de explicarme nada. Pudiera parecer que me considero, junto con Rousseau, lo suficientemente especial como para merecer algo de este calibre, pero no. Hasta el ser más simple y ramplón de la faz de la Tierra merece, y siempre que la pida, una descripción que contenga mínimamente alguna analogía, cinco adjetivos y una hipérbole, y que aquella se aproxime con gracia a la naturaleza real de sus actos, de sus pensamientos y de sus emociones.

 

Os comparto esto, estimadas opositoras, para evitar que estudiéis en serio el contenido del examen PIR. Ayudaré en lo posible a que crucéis la meta, pero a partir de ahí me tendréis en frente aquellos que no consigan desaprender rápidamente la basura que habéis estado engullendo durante años. Para algunos, identificados prematuramente con la Disciplina, ya es demasiado tarde para aplicar semejante intervención preventiva.

 

Cuando en tutorías repito insistente que despreciéis el texto, no pretendo únicamente que seáis más ágiles y activas a la hora de captar lo relevante, hablo muy en serio con el hecho de que lo estudiáis en Clínica (especialmente) no tiene ningún tipo de sentido —ni lógico, ni científico, ni de sentido común, ni se aplica ni aplicará jamás en la práctica clínica—.

 

La basura, la bazofia más inmunda, también es susceptible de ser acomodada y ordenada. Es igual de asimilable que el mejor de los nutrientes. No hay ninguna contradicción en los términos; os animo a que aprendáis y coloquéis ese conocimiento en el sitio adecuado: la cloaca mental. Si con esto desanimo a alguien a ser clínico, así sea; personas que saben adaptarse y sacar lo mejor del sistema, siempre a su favor, ya sobran.

 

El desaprendizaje implica, también, aceptar lo siguiente: las mentes (supuestamente) más dotadas de este país en lo tocante al sufrimiento humano, investigan, publican y difunden conocimientos alrededor de ideas claramente equivocadas y perjudiciales en torno al diagnóstico. Destruyendo únicamente ese pilar conceptual, miles de estas carreras, junto con los egos de sus correspondientes propietarios, se irían al garete automáticamente[2]. Están, además, haciendo carrera a costa de vuestro sufrimiento futuro: lo que divulgan es información manoseada, de tercera o cuarta mano, no es relevante para lo que haréis como profesionales, y sólo provocará que vuestra disonancia respecto la bata blanca sea mayor.

 

Esta descripción psicológica hecha por Hume, en medio de una disputa entre mis dos escritores favoritos, se encuentra en la nota 52 de una obra muy secundaria de uno de ellos, traducida al español muy recientemente. Mientras todos sabemos los criterios para la Esquizofrenia, estas finas descripciones, ejemplos de las mentes más brillantes y penetrantes de todos los tiempos, son cosa de minorías excéntricas.

 

Habiendo leído con gran devoción las principales obras de sendos dos autores, considero, muy a mi pesar, que lo pueda entenderse de esa breve pieza nada tiene que ver con lo que un profano pudiera degustar. Cientos de estudiantes al año consumen lo siguiente acerca de Hume (Tema 9 del Manual de Psicoterapias de APIR):

 

Hume

Primacía del pensamiento sobre las emociones.

 

Con tamaño bagaje es difícil que ni esta entrada, ya no la obra del autor, o la descripción ofrecida de Rousseau, sea comprendida lo más mínimo. Hume no sólo queda como superado, sino que está totalmente desfigurado —no es una errata, es una violación— y engullido como golosina de 6 palabras por futuros expertos en Naturaleza Humana.

 

Para sopesar una lista de características vale cualquiera, incluido una horda de profesores y orientadores escolares, convertidos en clínicos oficiosos, o para el caso, cualquier sistema con capacidad algorítmica. Para captar la esencia del ser humano, si es que esto fuera necesario para algún propósito, hacen falta más de cinco mohosos cajones.

 

¿Qué disposición, natural o adquirida, es necesaria para recordar y aplicar invariablemente, que los alegatos de insania no explican ni justifican absolutamente nada? El mismo Hume, que deslumbró al mundo con ideas sobre la razón, los sentimientos y la moral, es incapaz, en otro lugar y momento, de explicarse la conducta Rousseau más allá de la locura.

 

Reconozco que me inclino mucho por esta última opinión, aunque al mismo tiempo me pregunto si, en algún período de su vida, el Sr. Rousseau estuvo más en sus cabales que ahora. La brillantez anterior de su genio y su gran talento para la escritura no son prueba de lo contrario. Es una vieja observación que los grandes ingenios están muy cerca de la locura, e incluso en esas frenéticas cartas que me ha escrito hay evidentemente poderosas huellas de su genio y elocuencia habituales[3].


Reconozco que estaba algo ansioso por el asunto hasta que recibí esta demencial carta, pero ahora estoy bastante tranquilo. Sin embargo, no encuentro que, en otros aspectos, esté más loco que de costumbre, ni su conducta hacia mí sea mucho peor que hacia el señor Diderot hace unos siete años[4].

 

Si puedo atreverme a darle un consejo es que continúe usted la obra de caridad que ha comenzado hasta que a él lo encierren por completo en el manicomio o hasta que se pelee con usted y huya[5].



Las personas, que por lo general no necesitan saber leer para darse cuenta instintivamente de lo temerario y absurdo de nuestros diagnósticos, sospechan acertadamente de nosotros y nuestras prácticas cuando salen de nuestra consulta con la sensación de haber cumplido un trámite administrativo.

 

Como no hay red de experiencias y conceptos, ni erudición suficiente, que pueda evitar que un evento oportunista demuele el punto flaco de todo mi andamiaje mental (o el de cualquiera), sé que acabaré enfermando. Ese día, y si es que me ayudan obligado, que me atienda, por favor, un lector. Alguien que sepa contar historias. Alguien que sepa dibujarlas, por lo menos, con una decena de tonos cromáticos.



[1] David Hume, Mi disputa con Rousseau, Editorial Laetoli, 2023, p. 98.

[2] Son los mismos que, aupados en su pobreza intelectual, y con sincera afectación, abanderan la Educación como remedio para la lacra que ellos mismos ayudan a crear.

[3] David Hume, Mi disputa con Rousseau, Editorial Laetoli, 2023, p. 76.

[4] David Hume, Mi disputa con Rousseau, Editorial Laetoli, 2023, p. 190.

[5]  David Hume, Mi disputa con Rousseau, Editorial Laetoli, 2023, p. 195.

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1 commentaire


Juana De Arco
Juana De Arco
15 juin

Buena crítica de la simplificación en los diagnósticos modernos, tan lejos de la detallada caracterización de manuales y autores que hoy ya ni se recuerdan pero que capturaban la complejidad emocional y la narrativa única del individuo. Qué pequeñez la de esos códigos que reducen la experiencia a etiquetas descontextualizadas. Me viene a la memoria el Claros del bosque de María Zambrano, como exploración de la melancolía en toda su profundidad existencial y no como un trámite administrativo.


Juanadearco.

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