*Estas intervenciones se dieron en el contexto de una actividad grupal universitaria en la asignatura de Filosofía de la Edad Antigua.
Primera intervención: Epicteto y la Terapia psicológica
Estimados compañeros/as:
Quisiera aportar al debate una opinión al respecto de lo comentado por los compañeros Carlos G. y David M. acerca de las influencias actuales de la filosofía helenística en los tratamientos psicológicos. Mi experiencia como psicólogo especialista en Psicología Clínica puede ofrecer una visión algo particular sobre el tema.
Efectivamente, la terapia cognitiva (integrada a la sazón con ramas conductistas, engendrando la famosa Terapia Cognitivo Conductual) tiene fundamentos filosóficos de todo tipo, la mayor parte de ellos de carácter moral. Directrices que responderían al ¿cómo debe conducirse en general y, especialmente, ante la adversidad, el ser humano? Albert Ellis, creador de una de las terapias más populares, abrazó a Epicteto <<No son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nosotros nos decimos sobre esas cosas>>, pero en mi opinión hizo algo más que eso; explicitando su filosofía, introdujo preceptos morales en un campo con aspiraciones de cientificidad. Esto es, barnizó de validez empírica intervenciones psicológicas, lo que a la postre es un adoctrinamiento moral indirecto.
No descubro nada nuevo y, aun así, sorprende que la discusión entre los mismos psicólogos sea sobre la cientificidad de nuestro hacer, cuando es una discusión sobre fundamentos filosóficos —que pocos se procuran a sí mismos—. Subamos la apuesta: ¿qué les parecería si les dijera que: el Estado planifica qué tipo de tratamientos —adoctrinamiento moral, como decíamos— y quiénes pueden llevarlo a cabo, basándose en posición tan endeble; y que pretende atender de manera monopolística la Salud Mental de toda la población aupado en algo tan obvio como burdo: que una intervención psicológica no es una operación de cadera?
Como representante de la nueva élite —generada por el mismo Estado—, de la nueva Psiquiatría estatal —la Psicología Clínica—, puedo decir abiertamente que aquellos que reclaman más recursos para Salud Mental lo que hacen en realidad es autoadministrarse un tipo concreto de intervención moral sin saberlo (no hay intervención psicológica inocente, menos todavía en un sistema psiquiátrico y planificado). Sólo encontré una crítica similar en libertarios —Thomas Szasz—, y jamás sobre la Psicología Clínica. Y no, no es cuestión de falta de recursos (ojalá). Es una cuestión de querer planificar lo implanificable.
Por último, cabe comentar que el problema no está en que el psicólogo de turno se apoye en ciertas doctrinas, el problema estriba en: i) no conocer de forma explícita los valores que transmites en sesión, vía diagnóstico clínico, derivación, negación del tratamiento, etc.; y ii) no conocer los problemas político-económico-éticos derivados de centralizar tal actividad (creación de élites a través de licencias, uniformidad de pensamiento, pérdida de libertad para el ciudadano, etc.).
Segunda intervención: Conexión entre la helenística y la actualidad
Queridos compañeros, un placer leeros a cada uno de vosotros, de verdad.
Tengo la sensación de que todos coincidimos en que existen vínculos evidentes entre el contexto del pensamiento griego y la modernidad, ya sea por su capacidad para aportarnos soluciones ya olvidadas o por su similitud en ciertas problemáticas sempiternas (comparto el pathos del asombro que comentó Unai).
Respecto de lo que unes con aquellos, creo que es interesante —y acertado— el diagnóstico que realiza Carlos García Gual cuando señala los factores que tuvieron lugar para una orientación apolítica y pragmática de los filósofos helenísticos: i) la crisis de la orientación cívica (representada por Platón y Aristóteles); ii) el auge del cosmopolitismo y el individualismo; y iii) la crisis de la polis. Es fácil advertir el paralelismo con la actualidad:
<<En un mundo que siente tremendamente ancho y ajeno, el filósofo se resguarda en su individualismo, se afirma en lo subjetivo, como recinto inexpugnable de la dicha. Puesto que los ideales políticos y religiosos (que iban notoriamente unidos para el hombre antiguo) se le han resquebrajado, construye su sistema filosófico con enorme cautela, a partir de unos axiomas mínimos, y apuntala sobre esas bases sistemáticas temáticas su propuesta ética, muy clara siempre, como la coronación de su filosofar.>>1
<<Pero junto a la crisis política hay una crisis más amplia, que lleva consigo una falta de fe en los dioses antiguos y en las tradiciones patrias. Por eso las filosofías del tiempo se caracterizan por afirmarse como saberes de salvación, y como sistemas de creencias y de prácticas.>>2
No es más que la ejemplificación el dilema que se nos presenta a todo aquel interesado en profundizar en los vericuetos de la filosofía: ¿hasta qué punto es pertinente el saber teorético en la participación en sociedad? ¿Qué grado de legitimidad tiene la erudición teorética respecto a los saberes prácticos? ¿Es pertinente la participación en sociedad y aquella está inevitablemente condenada? ¿Es posible que la verdad no sea gusto de todos los hombres?
<<Tan pronto como el filósofo sometió su verdad, la reflexión sobre lo eterno, a la polis, se convirtió inmediatamente en una opinión entre opiniones. Perdió su cualidad distintiva, pues no existe una seña de autenticidad que, de modo visible, demarque los dominios de verdad y de la opinión.>>3
Marlon señala esta cuestión subrayando lo difícil que nos resulta aceptar sistemas totalizadores que aboguen por determinados valores y se impongan por medio de una justificación elitista: << Tenemos así a una minoría decidiendo sobre los «correctos» modos de conducta de todos los demás.>>.
Por otro lado, Carlos comenta acertadamente también que ciertos elementos de aquellas escuelas nos serían de utilidad, con la pertinente comprensión previa (por ejemplo, la de los cínicos). Pero como bien apunta él mismo en otro comentario, el principio de individualidad nos fuerza a buscar organizaciones políticas que permitieran a cada cual buscar su propia forma de adquirir ese necesario bienestar mental.
1 María Jesús García y Carlos Gual Carlos, La filosofía helenística. Éticas y sistemas, Hermeneia, Posición en Kindle 176-177.
2 María Jesús García y Carlos Gual Carlos, La filosofía helenística. Éticas y sistemas, Hermeneia, Posición en Kindle 159-160).
3 Hannah Arendt, La promesa de la política, Editorial Planeta, 2008, p. 50.
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