¿Cuál es la bibliografía básica para un/a psicólogo/a clínica/o? Esta pregunta apunta al corazón de nuestra disciplina y desvela todas las problemáticas que hay en ella. Desde el primer año de residencia PIR es una de las inquietudes comunes entre compañeros y se acaba solventando muy a menudo con la recomendación informal por parte de adjuntos o residentes mayores, o mediante bibliografías asociadas a programas formativos de enfoques psicoterapéuticos. Ante la vasta magnitud de tal tarea uno puede acabar sufriendo de la paradoja del asno de Buridán, aquel que se paraliza ante dos alternativas igual de atractivas, con la salvedad de que en nuestro caso las posibilidades tienden a infinito. ¿Por qué libro empiezo? ¿Qué manuales son los básicos? ¿Opto por asuntos más pragmáticos o me decanto por desarrollar aspectos teóricos? ¿Por qué subespecialidad me decanto? ¿Por qué enfoque terapéutico me decido? Tras lidiar personalmente con estos asuntos me he decidido a realizar esta especie de ejercicio con el que me gustaría contribuir a facilitar el camino a nuevos estudiantes.
Cuando uno trata esta cuestión le asalta la tentación de recomendar 20-25 manuales que aborden la mayoría de aspectos esenciales la disciplina, y de paso dejar claro que uno es un profesional instruido y respetable. Si uno está en una posición más elevada puede incluso optar directamente por señalar los autores y asuntos indispensables, y plasmarlo en forma de programa formativo, diseñando incluso el orden de lectura y el método de aprendizaje. La cuestión que asoma a continuación con estas opciones, a mi entender, es que pueden llegar a condicionar y limitar en una determinada dirección al interesado, evitándole lidiar con algunas cuestiones fundamentales. Toda recomendación/programación está cargada epistemológica y éticamente, y en estos sentidos no son inocentes. Lo que me planteo aquí es un método para afrontar esa pregunta, poniendo el énfasis en el sujeto, en su capacidad para ir desarrollando sus propias respuestas durante el proceso.
La Psicología Clínica como disciplina
La función, estatus y formación de una disciplina son fundamentales para el desarrollo y perpetuación de la misma, y también para la identidad profesional del que la ejerce. En la nuestra esto último cobra vital importancia si tenemos en cuenta que nuestra herramienta principal de trabajo somos nosotros mismos. La situación actual de nuestra disciplina, a mi entender, tiene este asunto pendiente y es por esto que veo perentorio el plantear algo así, aunque pueda tener una ínfima influencia desde mi posición. Además, cabe recordar que las disciplinas tienen sentido de existencia mientras cumplan la función que se proponen; no pueden tomarse como fin alguno. Uno debería estar dispuesto a atacar y acabar con su propia disciplina si así lo determina finalmente, por lo que tampoco es razonable identificarse completamente con ella.
La Psicología Clínica, tal como la entiendo yo, tiene una posición privilegiada entre las diversas ramas de conocimiento. El encuentro entre dos (o más) personas, en la que una tiene el objetivo de aliviar el sufrimiento sin más recursos que la palabra, puede desplegarse hasta el infinito a través de multitud de niveles de análisis. Por más que intentemos reducir tal complejidad, tarde o temprano, nos topamos con cuestiones que abarcan la mayoría de las ramas científicas conocidas. Piense el lector que el psicólogo clínico aborda y estudia toda clase de problemáticas personales, y éstas pueden tener influencias de todo tipo (normativas del desarrollo, culturales, socio-políticas, lesiones o enfermedades médicas, esprirituales/existenciales, relacionales y un largo etcétera). Nuestro objeto de estudio no son los procesos psicopatológicos, o no sólo eso, sino al ser humano en toda su complejidad; no se puede analizar lo primero sin lo segundo.
Problemas Objetivos de la Psicología (Clínica)
Un problema objetivo (o un problema fundamental) es una cuestión universal que ha llevado a construir alrededor de ella disciplinas filosóficas y científicas con el fin de responderlas, y que todo autor histórico relevante ha tratado en algún u otro momento. Los problemas del ser, del bien, de la justicia, de la libertad, de la verdad y del conocimiento son algunos de estos problemas objetivos. El objetivo de este texto consiste en vertebrar la formación de un/a psicológo/a novel en torno a preguntas objetivos similares, en contraste con la habitual división artificial entre asignaturas/áreas/enfoques/subespecialidades. Por supuesto las que aquí se expondrán son un mero ejemplo de lo que cada uno debiera hacer por su cuenta.
Por lo comentado hasta ahora se justifica la necesidad de que el marco sea lo más amplio posible, aunque se puedan ver mis tics teóricos salpicados por todo el documento. Es imposible ser teóricamente neutral incluso en la descripción de los problemas objetivos. Es un mal menor inevitable, más si tenemos en cuenta las alternativas que ya he mencionado. La segunda parte del proyecto podría consistir en la recomendación de manuales que aborden esas preguntas con la mayor rigurosidad posibles, pero nos topamos de nuevo con qué entiende cada cual con rigurosidad. Pregúntese, por ejemplo, lo siguiente: ¿Qué intervenciones puede realizar un/a psicólogo/a clínico/a? La respuesta a esta simple pregunta resultará en un planteamiento necesariamente parcial, es una respuesta concreta a ese problema objetivo y no representan a la disciplina en su totalidad. Ni por asomo. La regulación legal o científica (vía guía clínica o consenso) de este tipo de cuestiones otorga una ilusión de solución que muchas veces impide la reflexión profunda y la necesaria individuación profesional.
Además, este texto tiene varios objetivos secundarios más allá de plantear una especie de guía de desarrollo teórico-práctico para el estudiante o profesional de la salud mental. En primer lugar, diría que es un ejercicio con tintes románticos, una vuelta a nuestros orígenes humanísticos y científicos, donde la distancia entre Filosofía y Psicología se minimice de nuevo. Al respecto comenta lo siguiente Mario Bunge:
“La psicología era una rama de la filosofía, de la cual se dice que se independizó alrededor de 1850, con el nacimiento de la psicofísica. ¿Por qué los psicólogos contemporáneos habrían de preocuparse por la filosofía? Porque, lo sepan o no, les guste o no, los psicólogos se basan en y utilizan una cantidad de ideas filosóficas, sobre todo ideas acerca de la naturaleza de la mente y la ciencia. Todo psicólogo, por tanto, no sólo es un científico o un terapeuta, sino un filósofo aficionado, en general malgré lui. Esto no tendría por qué preocupar a nadie, si no fuera porque el conocimiento tácito está a medio elaborar, es incoherente, a menudo obsoleto, y nunca expuesto al examen crítico.”
En segundo lugar, el plantear esta cuestión a través de problemas objetivos permite recuperar el, en ocasiones perdido, debate racional (pero apasionado) donde las distintas respuestas se explicitan y discuten en pro de un descubrimiento sintético, no necesariamente equidistante a las tesis iniciales. Como comentaba más arriba, el adherirse a una filosofía concreta hará mucho más fácil la tarea, con la ilusión aparente de tener respuesta para todas las preguntas que se plantean. No veo perjudicial tener como alarma intelectual el sentir que se sabe algo con total seguridad para justamente ponerlo en duda.
Como tercer objetivo la propuesta señala implícitamente la necesidad de que haya continuidad entre la disciplina principal, la Psicología, y su rama clínica o sanitaria, esto es, la Psicología Clínica. La Clínica es Psicológica en primer lugar. Puede parecer una perogrullada, pero las cuestiones de primero de grado siguen estando abiertas más allá de esos años universitarios y siguen persiguiendo al profesional con 30 años de experiencia clínica. Por continuidad me refiero a dos cosas: i) una coherencia formativa entre las dos etapas y ii) una revisión constante y cíclica de cada profesional por su cuenta, de forma individual. Los amantes de la regulación deben recordar que los planes formativos no son fijos, y que es responsabilidad de cada generación la modificación e innovación de los mismos. Por el contrario, yo opto por subrayar (y animar) la capacidad del propio estudiante para no depender de los grupos de expertos (universitarios, clínicos o lo que te toque).
Por otro lado, esta especie de proyecto quiere animar al estudiante a analizar la práctica real, en su contexto determinado, a través de lo teórico (ideal si se quiere) y no a la inversa. Me explico. Uno de los errores habituales y al que uno debe estar atento, es el de acabar tomando como valioso o razonable lo que observa se hace en su entorno inmediato. Muchas veces es un ejercicio incómodo para el que lo realiza, pues es un acto a contracorriente, pero es el precio a pagar si uno quiere desarrollar cierto pensamiento crítico. La inadaptación no es una consecuencia necesaria si se obra así, pero si una de las posibles y hay que asumirlo. Las herramientas principales para esta labor son precisamente el preguntarse incesantemente sobre su contexto y compararlo con otros, incluidos los contextos ideales.
Por último, tiene una finalidad profilática contra el dogmatismo en todas sus formas. En muchas ocasiones, dado lo inabarcable que parece todo en un inicio, uno se ve abocado a abrazar un enfoque psicoterapéutico/psicopatológico (a menudo se solapan) y es a partir de éste que se le responden todas las preguntas, aunque de forma tácita. Un conductista y un psicoanalista no tienen la misma noción de ciencia y de ser humano, aunque por separado no siempre puedan articularlo de manera explícita. La cuestión es: ¿han llegado a esas nociones por medio de la reflexión o de la asimilación acrítica? Si uno llega de manera accidental o circunstancial a uno de estos enfoques (un buen profesor en la universidad o un buen adjunto durante la residencia) podrá, casualmente, pecar de los mismos errores que sus maestros (los heredará, no los verá y/o los acabará justificando con las mismas armas intelectuales del maestro). Y lo peor, en función del grado de asimilación ya no habrá vuelta atrás e incluso el diálogo con no-homónimos se verá entorpecido e incluso evitado voluntariamente.
¿Cómo están organizadas las preguntas sobre los problemas objetivos?
He separado los problemas en dos bloques, los que tienen que ver la naturaleza del ser humano (Especie, Individuo y Sociedad/Grupo) y aquellos asuntos que les son propios a las disciplinas Psicología y Psicología Clínica. Es evidente que hay solapaciones entre estos dos bloques, pero los separo precisamente para dejar constancia de que nuestra disciplina no es más que una herramienta creada artificialmente para ser usada para determinados fines, y que por ese mismo motivo es necesaria su constante revisión. Muchas de las preguntas han aparecido durante los años de residencia, es de suponer que nuevas experiencias personales (incluidas las de mis compañeros que quieran participar) conducirán a añadir o modificar las que fueran necesarias. Por supuesto no he querido ser exhaustivo, de cada pregunta pueden desprenderse multitud de ellas.
¿Cómo responder preguntas sobre problemas objetivos?
Lo primero que diría es que cada pregunta individual puede llevar toda una vida de estudio (o más) y que la primera respuesta razonable, con independencia del nivel académico/profesional en el que se esté, es la de “ni idea” o “no estoy del todo seguro/a”. Añadiría que es conveniente contestarlas imaginando que se tiene enfrente a alguien con respuestas distintas y que las puede defender con argumentos tan o más sólidos que los tuyos. Una postura se fortalece con la confrontación de otras lo más robustas posible, por lo que falacias del hombre de paja no perjudica más que al que lo utiliza. Quien crea haber superado las obras completas de Freud y/o de Skinner deberá hacerlo demostrando que conoce tanto la postura contraria como la suya.
Por supuesto para responderlas hay que estudiar en profundidad a los autores más relevantes de esos campos. En principio esto implicaría un cambio fundamental en la mayoría de facultades de Psicología, en las que, con suerte, se estudia con manuales genéricos y se omiten textos de referencia (clásicos y contemporáneos). En esto algo deberíamos recuperar de las facultades de Filosofía, donde la combinación de manuales y textos originales se hace con naturalidad.
Hay que tener en cuenta también que las diferentes preguntas han tenido desarrollos dispares, con lo que para algunas tenemos respuestas más claras que otras desde el punto de vista científico. Este fenómeno da ejemplo de que la acumulación de conocimiento no se da con la misma velocidad en todos los aspectos (incluso no llega a darse acumulación alguna), y se nos plantean incógnitas acerca de la práctica actual en temas tan espinosos como es la terapéutica. Para algunos la ciencia acabará sustituyendo a la filosofía por completo y la hará prescindible (incluso en ramas como la ética), aun así, y hasta que no llegué ese día, bien haríamos de plantearnos qué alternativas son razonables en este momento. Como toda esta tarea investigadora que propongo tiene algo de confrontación de ideas y revisión de textos, veo indispensable tener nociones sobre herramientas auxiliares como la historiografía, la filología, la lógica y la dialéctica.
Tarea inabarcable
Al querer abrir el marco lo máximo posible (para que quepan neurocientíficos, psicólogos infantiles, neuropsicólgos, psicoterapeutas, psicooncólogos, etc.) puede dar la impresión de ser una tarea inabarcable. La carrera profesional vendrá determinada por las preguntas en las que cada cual quiera profundizar, no obstante, veo útil conocer las que otros compañeros de profesión están intentando contestar. Una de las maneras para reducir tal complejidad es la subespecialización, aunque en el campo de la terapéutica, por ejemplo, es muy debatible que incluso así uno pueda sortear muchas de las preguntas (ser experto en TCA, ¿qué significa realmente?). El estudio formal, académico, puede llevar más de 12 años, pero muchos somos conscientes ya de que eso es sólo el comienzo. Lo maravillosos de nuestra profesión es precisamente lo que tiene de ingrato, que es infinita. Deberíamos valorarnos más por la labor que nos proponemos hacer que por lo seguridad que sentimos al realizarla.
Dejo a continuación el documento con algunos de los problemas objetivos a modo de ejemplo.
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