Introducción
El presente trabajo se propone analizar la relación entre Sócrates y los conocidos como Viejos Sofistas, en especial Protágoras. Estos bien podrían no tener nada en común, y el estudio conjunto de sus ideas y aportaciones seguiría siendo relevante; lo que se busca es hallar los puntos en conflicto y aquellos en los que sí había cierta consonancia. La cuestión estriba, pues, en verificar si la visión heredada de esta relación es justa. Para ello, se evita caer en el resarcimiento compensatorio de la visión negativa sobre los sofistas; lo que debe guiar es el deseo de esclarecimiento histórico y teorético.
Tratar este tema implica tener en cuenta un entramado de factores muy complejos: conflictos de diferentes culturas en progreso; densos sistemas filosóficos; motivaciones personales de los protagonistas que influyen en la exposición de sus ideas; la necesaria discriminación de las distintas metodologías historiográficas utilizadas por los diversos estudiosos; la disociación pertinente entre nuestros esquemas conceptuales actuales y los del pasado; la dificultad en el acceso a los textos y el pensamiento de aquellos —especialmente aplicable a este par Sócrates/Viejos Sofistas que se analiza—, etc. Ante tal panorama, y con las armas intelectuales disponibles, se opta por el sacrificio de la humildad y la prudencia en beneficio de la osadía; en territorio hostil — ¿no lo es la voluntad de conocimiento? — siempre fue premiado el descaro. Por suerte, en estos lares sí cabe la enmienda.
La Sofística (y Protágoras)
¿Quiénes fueron los sofistas? ¿Existe una base común que permita su caracterización? La valoración de un hecho histórico, en este caso la existencia de unas personas con ideas y actos particulares, precisa de una reconstrucción fiel del hecho en sí mismo, no de una de revaloración o resignificación. Para ello nos es útil, y pertinente, la distinción de Richard Rorty[1] entre reconstrucción histórica y una reconstrucción racional (esto es, una apropiación contemporánea). El pasado puede estudiarse a la luz de ese mismo pasado y a la luz del presente. La ventaja de los hechos históricos respecto los personales consiste en que aquellos son susceptibles de diseccionarse a través de un criterio temporal; en la psique, en cambio, los eventos pasados-presentes-futuros se nos presentan simultáneamente. Resignificar el presente en función del pasado es asimismo deseable, pero problemático si lo que se pretende es esclarecer el pasado.
La visión moderna de los sofistas tiene raíces en Platón, y puede resumirse en lo que sigue[2]:
Cazadores, de pago, que buscan la juventud y la riqueza.
Un tipo de comerciante del conocimiento del alma.
Un minorista de estas mismas mercancías (quizá implicando que el conocimiento se vende en pequeñas cantidades).
Un vendedor de sus propias producciones de conocimiento.
Un atleta en certámenes verbales en disputa (eristiké).
Un purgador de almas, que remueve las opiniones que obstruyen el aprendizaje por medio del elenchus.
Los continuadores de esta visión, entre los que se encuentra el mismo Aristóteles, caracterizan a los sofistas como comerciantes que usaban técnicas persuasivas para su éxito personal y político, y lejos de la auténtica práctica filosófica, enarbolan un relativismo moral sin escrúpulos que nos aleja de la búsqueda de realidades independientes, de verdades absolutas. Se le suma a esta caracterización la acusación de que los sofistas fueran responsable de la decadencia de Atenas.
No obstante, la verificación de esta visión es problemática por diversas razones: i) el conjunto de textos de los sofistas conservados en la actualidad es muy limitado[3]; ii) la interpretación de sus doctrinas son dependientes del tamiz de otros pensadores (principalmente Platón, Jenofonte y Aristóteles); iii) el uso de las categorías utilizadas en la Edad Antigua dista ampliamente del que le damos en la actualidad[4], y iv) la asunción de que los sofistas puedan ser estudiados bajo una doctrina común. Una de las consecuencias de este escenario tan poco propicio para la discusión racional es el atribuirles a los Viejos Sofistas múltiples posturas epistemológicas y ontológicas, por lo demás, desarrolladas varios siglos más tarde que las ideas de aquellos.
<<Aunque parece haber amplio apoyo en conceder a Protágoras contribuciones filosóficas importantes, hay un desacuerdo considerable sobre el modo en que deban caracterizarse esas contribuciones. Protágoras ha sido llamado el primer positivista, el primer humanista, el precursor del pragmatismo, un escéptico, un existencialista, un fenomenista, un empirista, un utilitarista primitivo, un relativista subjetivista y un relativista objetivista[5].>>
El trabajo Protágoras y el logos[6], de Edward Schiappa, es uno de los estudios modernos de acercamiento a los sofistas que procura evitar estas limitaciones. Veamos por separado la metodología utilizada y las conclusiones que pueden servirnos de utilidad para nuestro propósito de dilucidar la relación entre Sócrates y los sofistas.
Influencias explicitadas y metodología hermenéutica declarada
Schiappa, siguiendo a Grote y desmarcándose de la <<esquematización prematura de la historia del pensamiento>> de Hegel y similares, considera conflictivo, erróneo, considerar a los sofistas bajo el mismo paraguas doctrinal. Insta, además, a analizar las contribuciones de los Viejos Sofistas de manera independiente.
Asume una versión matizada de la tesis oralidad—escritura de Havelock[7].
Asume una reconstrucción puramente histórica de las doctrinas de los distintos sofistas, en particular de Protágoras.
Se propone las siguientes prácticas hermenéuticas: la primacía de los ipsissima verba (incorporando el valor del contexto que señala Osborne); la triangulación; la densidad lingüística y la resonancia.
Conclusiones acerca de Protágoras
Observa indicios suficientes, tanto en Platón como Aristóteles, para afirmar que cometieron, de manera deliberada o no, errores en su interpretación histórica y filosófica del pensador Protágoras.
o Platón habría podido usar definiciones persuasivas y técnicas retóricas como la de la disociación, donde se intenta dividir una idea en dos conceptos previamente unificados: <<filósofo> y <<sofista>> tendrían a partir de ese momento connotaciones bien distintas.
o Las motivaciones personales de Platón pasan por la sabida desilusión con la vida pública (desarrollado especialmente en el diálogo de Gorgias), defendiendo la filosofía como la auténtica forma de conocimiento, y por el deseo de distinguir su escuela y pensamiento frente a otras rivales, como la de Isócrates.
Considera un error de lectura histórica reducir el logos de Protágoras a rethorike (el arte de la retórica). El concepto de retórica sería inventado, junto a otros múltiples términos, por Platón. La teorización sofística trataba sobre el logos (búsqueda de la verdad y búsqueda del éxito —personal y político—).
Conceptualiza a los sofistas como figuras transicionales en la teorización y práctica del discurso, una combinación progresiva entre el mito (mythos) y la explicación racional (logos).
Redefine los fragmentos de Protágoras fuera de la interpretación subjetiva (justamente aquella que reduce el logos de Protágoras a retórica).
En definitiva, es razonable pensar en Protágoras como el primer humanista secular, el primero que formuló un discurso sobre el mismo objeto de estudio (la formulación de un metalenguaje, un logos del logos), inventor del método socrático, padre del debate competitivo, pionero en el avance de la democracia ateniense y máximo exponente de la enseñabilidad de la areté. La visión simplista de Protágoras como retórico relativista amoral sería un error histórico y conceptual provocado, no sólo por las deformaciones enunciadas más arriba, sino por el continuismo acrítico de analistas posteriores.
Las conclusiones a las que llega Schiappa dependen de que cada cual acepte o no sus puntos de partida, de que se le conceda que su manera de proceder es correcta. No obstante, lo que parece sensato aceptar es que en el fondo del conflicto entre Platón y los sofistas se aparecen los siguientes elementos: i) distintas formas de participación política (cívica); ii) la posibilidad de conocimiento de una realidad independiente; iii) la forma y posibilidades de adquirir y transmitir tal conocimiento (incluido el cobro por su transmisión y el uso instrumental de la persuasión, la peitho). En la colisión de las posturas enfrentadas —al menos tal y como parece haberlas sentido el propio Platón— entraban en juego matices de la totalidad de las ramas de la filosofía moderna (ontología, epistemología, ética) y la ciencia política. Que a Protágoras se le escorara injustamente en polos artificialmente construidos por Platón no debe distraernos de la importancia que tuvo ese momento histórico.
Sócrates histórico
Un ensayo donde se pretende realizar una aproximación tentativa a la relación entre Sócrates y los sofistas desde una reconstrucción histórica no puede asumir la siguiente aseveración de Marzoa[8]:
La pregunta por el <<Sócrates histórico>> está, sin duda, en estos términos, mal planteada, porque el Sócrates de los diálogos es mucho más genuinamente histórico que cualquier Sócrates reconstruidos a partir de unas u otras fuentes.
Por más que sea interesante el análisis del Sócrates platónico, posiblemente el de la mayoría de los diálogos de Platón[9], no es pertinente para el presente estudio. No se quiere analizar la relación entre sofistas y Platón. Lo que sabemos del Sócrates histórico es poco, y a pesar de que pueda deslucir este epígrafe, nos limitaremos a enunciar algunas características de su filosofía moral y política que puedan ser confiables.
Sócrates fue un ateniense conocido, además de por sus peculiaridades físicas, por su aproximación racional y dialógica a temas morales, políticos y filosóficos. Su herramienta fundamental fue asumir una posición de total ignorancia, que fingida o no, parecía ser suficiente para colocar al interlocutor en una posición incómoda en la que las aseveraciones no tenían ya el sentido que gozaban al inicio de la conversación. A la virtud, o al hallazgo de verdades abstractas, se llegaba mediante el conocimiento, y este a partir del diálogo racional entre dos o más participantes. Esta manera de proceder era incompatible con una actividad política formal —en la que el discurso tiene una cabida más natural en la organización política ateniense—; pero su actividad pública era ciertamente política, aunque fuera en forma <<uno a uno>>.
Sócrates fue un pensador original, tanto por la forma (uso de la ironía y la mayéutica) como por el contenido (para algunos el primero en tematizar el eidos[10]). Su trágico final, mal llamado suicidio, y el influjo posterior de Platón dificultan un análisis más fidedigno a sus aportaciones reales. Es el par Sócrates-Platón es en cierto momento indisoluble, y esto se hace evidente también en contraste con el trato que se le da en otros diálogos, como en los de Jenofonte y Aristófanes.
Aspectos en común entre el Sócrates histórico y Protágoras
El primer aspecto en común a señalar, por más que obvio, es que Sócrates y Protágoras fueron coetáneos y compartieron una misma cultura. Los miembros de una determinada generación, nos dice Gasset, <<vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos, disposiciones, preferencias que les prestan una fisionomía común, diferenciándolos de la generación anterior>>[11]. Fijar el marco temporal, histórico, es conveniente como primer paso.
Seguidamente, pueden contraponerse las ideas de estos dos pensadores frente a sistemas filosóficos modernos, para observar cómo realzan sus similitudes. Si el relativismo de Protágoras es concebible en la actualidad más como objetivista que subjetivista, y si se acepta que fue elemento crucial en la transición mythos-logos, Nietzsche tendría razones para incluirle en ese grupo de promotores de la decadencia de la antigua Grecia y la cultura occidental. Hegel, partidario del otro lado del continuo objetivismo—subjetivismo, también agruparía a Sócrates y los sofistas, esta vez en el polo del subjetivismo que <<sumió en la ruina al mundo griego>>, en contraste con la <<moralidad objetiva>> de los grandes hombres[12].
Finalmente, las doctrinas de Sócrates y Protágoras tienen en común lo siguiente: i) una aproximación racional a la adquisición del conocimiento frente a la mitológica. Habría desacuerdo en los medios, pero los dos coincidían en la viabilidad de la enseñanza de la areté. El logos de Protágoras, como continuación de algunas de las tesis de Heráclito, podría no haber sido mera retórica vacía, y tendría más en común con las metafísicas posteriores de Platón y Aristóteles de lo que se nos ha transmitido; ii) un compromiso personal con la polis. De nuevo aquí se distinguirían en la forma (retórica vs. mayéutica —aunque se le atribuye a Protágoras la invención del método socrático[13]; cobro por los servicios prestados; aspectos democráticos vs. aspectos elitistas); iii) un relativismo débil, especialmente si la versión positiva y objetivista del relativismo de Protágoras es correcta (fundamentado en los fragmentos del humano-medida y los dos logoi). Sócrates admitiría que la doxa, <<lo que me parece a mí>>, no es arbitrario ni fantasioso, pero tampoco algo absoluto y valioso para todos. Uno de sus pilares, el “conócete a ti mismo” délfico, apuntaría a que <<la verdad absoluta, que sería la misma para todos los hombres y, por tanto, desconectada, independiente de la existencia de cada hombre, no puede existir para los mortales>>[14].
[1] Richard Rorty, The Historiography of Philosophy: four genres, Essays on the Historiography of Philosophy, Cambridge U. Press, 1984. [2] Edward Schiappa, Protágoras y el logos, Avarigani Editores, 2018, p26. [3] Jaqueline de Romilly, Los grandes sofistas en la Atenas de Pericles, Seix Barrall, 1997, pp9-10. [4] Alasdair MacIntyre, Tras la virtud, Austral, 2013, p.55. [5] Edward Schiappa, Protágoras y el logos, Avarigani Editores, 2018, p45. [6] Ibíd. [7] Eric A. Havelock, The literate revolution in Greece and its cultural consequences, Princeton U. Press, 1982. [8] Felipe Martínez Marzoa, Historia de la Filosofía I, Akal, 2010, p108. [9] Tomás Calvo, Historia de la filosofía antigua, Sócrates, Trotta, 2004, p116. [10] Felipe Martínez Marzoa, Historia de la Filosofía I, Akal, 2010, p108. [11] Ortega y Gasset, ¿Qué es filosofía?, Espasa Libros, 2021, p. 51. [12] G. W. Friedrich Hegel, Lectures on the Philosophy of History, Bell and Sons, 1914, p263. [13] Edward Schiappa, Protágoras y el logos, Avarigani Editores, 2018, p269, 301. [14] Hannah Arendt, La promesa de la política, Austral, Barcelona, 2020, p. 41.
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